Rodrigo Soto sobre En contra de los aviones



Rodrigo Soto: Foto de Luissiana Naranjo


Rodrigo Soto amablemente se apuntó a discurrir sobre mi último libro de cuentos, En contra de los aviones, en la presentación del mismo. Con la gratitud y cariño que me merece, aquí dejo su texto para que lo conozcan los que no estuvieron presentes.



La Luz sitiada 

Un vistazo a los últimos cuentos de Juan Murillo
Rodrigo Soto
Como sin duda todos los aquí presentes sabemos, “En contra de los aviones” es el segundo libro de cuentos de Juan Murillo. El primero, “Algunos se hacían dioses”, fue publicado por la Editorial de la Universidad de Costa Rica en el remoto año de 1996. Leí el libro en su momento y recuerdo que me causó una buena impresión. Luego pasaron muchos años en los que, literariamente hablando, no volvimos a saber nada de Juan, hasta hace algún tiempo, cuando regresó con renovados bríos: reseñando libros en medios electrónicos e impresos, promoviendo iniciativas literarias diversas, fundando con Guillermo Barquero Ureña una atractiva editorial… Y, por supuesto, escribiendo…

Digo “por supuesto” porque, aunque eso no lo sabíamos con certeza, era fácil de suponer. Juan es uno de esos bichos que lleva la literatura en su sangre, y difícilmente alguien como él podría contentarse con leer, reseñar y publicar libros ajenos.

Este segundo libro de cuentos que nos ofrece Juan ahora, incluye siete narraciones. Leyéndolas, es fácil concluir que fueron escritas en diferentes momentos, incluso con años de distancia, algo que el autor me confirmó personalmente. Se trata, entonces, de una recopilación de cuentos que presumiblemente da cuenta de la producción cuentística de Juan desde la publicación de su anterior libro, hasta el día de hoy. Si los dedos de mi mano no me fallan, pasaron 15 años desde 1996. Quince años de los cuales Juan nos ofrece aquí una cosecha de siete cuentos.

A pesar de ser una recopilación de trabajos escritos en tan dilatado tiempo, los cuentos incluidos en el libro tienen una sugestiva y sutil unidad, de la que hablaré más adelante. Diría que, salvo en un caso, estamos ante cuentos que sin dificultad podemos calificar de “realistas”, y que, salvo en otro caso, podemos afirmar sin temor que se trata de “literatura de ficción”, para retomar la clasificación al uso en los Estados Unidos. El cuento que llamamos “no-realista” está escrito en clave simbólico-alegórica, como algunas narraciones de Kafka y otras de Wilde, por citar a dos autores tan disímiles como bien conocidos. El cuento que consideramos “de no ficción” es el que da título al libro y, aunque tiene elementos indiscutiblemente ficcionales, se acerca mucho a una diatriba (así lo anuncia ya la preposición “Contra” del título), y en él Juan recrea y analiza el célebre accidente de aviación en el que murieran los escritores Manuel Scorza, Jorge Ibargüengoitia, Marta Traba y Ángel Rama. Por último, en dos de las narraciones del libro el autor nos propone de entrada una clave realista que, al finalizar el relato, da un giro hacia lo surreal o fantástico.

En tres de los relatos que integran el libro, el personaje principal -a veces también narrador- es un niño o un adolescente; en tres de los relatos, el personaje principal es un ser arrinconado en los márgenes difusos y a la vez dolorosamente precisos de la sociedad. En todos los cuentos -salvo el que hemos considerado “simbólico-alegórico”, los personajes y el escenario son clara e inequívocamente costarricenses, tanto por su forma de expresarse como por la mención de referencias y de sitios que así nos lo confirman.

Esto último, desde luego, no es importante, o tiene apenas una importancia secundaria.

Lo interesante, lo valioso, lo bueno de los cuentos de Juan, es que siendo profundamente costarricenses (en este sentido de la referencialidad) son al mismo tiempo profundamente universales, pues las temáticas y los conflictos en los que nos sumergen, los son también.

Los cuentos que nos ofrece Juan Murillo en este libro hablan de la insoportable precariedad de lo humano, de la dicha siempre amenazada, de lo ominoso y oscuro que acecha a las puertas de lo cotidiano y en apariencia banal. Los textos están atravesados por una tensión permanente entre la luz y la oscuridad, entre la dicha entrevista o apenas acariciada y el zarpazo de la desgracia y de la muerte que se ceban con nosotros a la vuelta de un instante o de una esquina cualquiera. La visión de la vida que se asoma en estos cuentos se acerca mucho a aquella según la cual “los hombres somos como juguetes en manos de los dioses”; entre las ideas clásicas del destino y de la libertad como factores determinantes de la existencia humana, los cuentos de Juan nos dicen que son el destino y su contracara -lo fortuito- los agentes de nuestra dicha y de nuestra desdicha, y que contra ellos de nada valen nuestras pretensiones de libertad ni nuestros anhelos de dicha.

Varios de ellos -en particular los que están narrados por o desde la perspectiva de niños o de jóvenes-, están escritos de una manera que -si el término no estuviera tan manoseado y aún significara algo- me parecería justo llamar “impresionista”, en el sentido de que el texto recoge y transmite las impresiones sensoriales de los personajes, muchas veces en un lenguaje poético y cargado de tropismos. Este “impresionismo” (o quizás mejor “sensasionismo”, para evitar mayores confusiones) abunda, casualmente, en referencias al sol y a la luz, a la oscuridad y a la noche.
Considérense, a modo de muestra, un par de ejemplos:

“En la oscuridad húmeda de la tierra negra bajo el suelo de madera de la casa podía fingir que todo era una película…” (El final del día). “Esos violentos polígonos sobre la pared son su luz por tres días concentrada, seccionada por las franjas oscuras de las vigas. Tras ellas se ve el cielo que a mediodía es blanco hirviente y a medianoche un oleaje negro.” (Desde algún lugar de parajes).

Así pues, la polaridad DÍA/NOCHE, LUZ/OSCURIDAD es una de las claves no solamente interpretativas y simbólicas, sino incluso descriptivas y referenciales, que atraviesan y organizan el libro de Juan.

Traigo a colación esto pues, como nos muestra Gilbert Durand en su fascinante obra “Las estructuras antropológicas del imaginario”, esta polaridad es una de las más profundas de la conciencia humana y de las que organizan toda su actividad.
Quizás sea esta capacidad de interpelarnos a un nivel profundamente humano, una de las claves del atractivo del libro.

Otra, sin duda, es la destreza narrativa del autor, la importancia que concede tanto a la estructura de los relatos, como a su escritura, es decir, a lo propiamente textual.

En cuanto a la estructura, Juan Murillo da muestras de haber aprendido bien la lección de los grandes maestros de la narrativa breve, a saber, que un cuento no es otra cosa que el relato de una sola situación transformadora; una situación en la que el personaje principal muta o se transforma cualitativamente. Saber reconocer o inventar esas situaciones es el primer requisito de un cuentista; el segundo es relatarlas sin que pierdan intensidad ni sorpresa. En los siete textos de este libro Juan Murillo evidencia estas dos cualidades.

En cuanto a lo textual, los cuentos de “En contra de los aviones” están tratados esmeradamente. Como ya se anotó, hay cierta tendencia hacia lo poético en la descripción de las impresiones sensoriales de los personajes. Y cuando ello no es así (como en el cuento que da título al libro), el autor da muestras de gran solvencia y dominio del lenguaje.

Por todo lo dicho, no puedo menos que celebrar la aparición de este segundo libro de cuentos de Juan Murillo, que viene a enriquecer con personajes atractivos y convincentes, imágenes sugestivas y palabras precisas, la reciente producción literaria de Centroamérica.

San José, agosto 2011