Balada clandestina, Faustino Desinach




Esta es la reseña de la colección de cuentos de Faustino Desinach, Balada Clandestina, que ganó el premio nacional 2011. La publicó La Nación, pero no la subieron al web del periódico de modo que la reproduzco acá.





Balada Clandestina
Faustino Desinach
134 pp., edición de autor, 2011

Creer en fantasmas


Balada clandestina, la colección de cuentos de Faustino Desinach, compartió este año el premio Aquileo J. Echeverría de cuento con Puta vida, una colección de cuento y novela corta escrita por Virgilio Mora.

Balada clandestina está compuesta por veintidós relatos conectados, narrados por Vinicio del Gato, un josefino con una visión romántica de su soledad y enfrascado en un etéreo romance lleno de exabruptos sobrenaturales con su amada Berenice. Berenice es también el nombre del primer cuento gótico de Edgar Allan Poe, en el que un amor desdichado acaba en el entierro en vida de la amada y la locura del protagonista.

La referencia no es casual. Balada clandestina forma parte de una corriente literaria naciente en Costa Rica, que bien podría denominarse “gótico tropical”, en el que la parafernalia gótica –la locura, los fantasmas, cementerios, sesiones espiritistas, la brujería y la transmigración de las almas– cohabita con un naturalismo apenas descriptivo que utiliza escabrosos problemas sociales de la ciudad de San José como ambientación para historias que no tienen intención de explorar en profundidad estos asuntos –en este caso la prostitución infantil, la orfandad, la violencia doméstica, el alcoholismo, el sicariato y el narcotráfico–. En ocasiones el relato logra mezclar en una sola figura un elemento gótico –el monge loco, en este caso un cura– con un tema social –el travestismo–.

En esta colección, como en otras obras de esta corriente, los males que aquejan a la sociedad suelen tener un origen paranormal, lo que desarticula de antemano cualquier posibilidad de comentario social. Esto pareciera reforzar la idea de que el propósito de la violencia y la miseria en Balada clandestina es apenas el de crear una ambientación propicia para lo sobrenatural, alejándose así diametralmente de las preocupaciones del realismo.

En el aspecto formal los cuentos están escritos en un estilo sencillo que evita el uso de figuras retóricas, con dos notables excepciones: las introducciones de los cuentos en las que el autor interpela directamente al lector y un par de odas amorosas escritas en un estilo densamente lírico que –junto con un cuento que es una especie de fábula- parecieran estar realmente fuera de lugar en el proyecto estilístico de la colección.

La economía extrema de recursos literarios en narrativa tiene la intención de eliminar obstáculos para que el lector pueda ver surgir por implicación las emociones o significados contenidos en el texto. Los cuentos de Ernest Hemingway y Raymond Carver son dos ejemplos magistrales de esta técnica. En Balada clandestina, sin embargo, la parquedad y la ausencia de elaboración no parecen buscar facilitar ningún descubrimiento y más bien generan una sordina emocional que produce apenas fantasmas donde se esperaba encontrar gente de carne y hueso.

3 Comments:

Germán Hernández said...

Interesantes los puentes con que se conecta esta obra. La ausencia de moralina, me parece un paso adelante en nuestra narrativa.

En lo personal el libro me ha gustado mucho.

Saludos!

depeupleur said...

Últimamente, Germán, me parece que la tónica cuando se abordan este tipo de problemas es la aceptación superficial del status quo, más que la falta de moralina. La explotación de la miseria humana como decorado para un arte escencialmente preocupado por el espiritismo me hace pensar que algo está flaqueando en la fibra moral de nuestos escritores. Y, ojo, que no es un fenómeno aislado, esto está pasando en la obra de varios escritores al mismo tiempo.

Germán Hernández said...

Me parece muy interesante lo que comentas.

¿Será que algunos narradores temen verse blandos o ingenuos al respecto? ¿Y luego, se mueven hacia otro extremo más irreverente, iconoclasta y desenfadado precisamente con esa intención?

¿Qué ocurre cuando un texto es todo provocación y nada más? Pienso que es una lástima. Sin duda hasta el tópico más escabroso puede ser descrito sin la necesidad de arrinconar al lector hasta la nausea, o sea, confrontarlo no para que abandone el texto, sino para que tome una postura ante este. Algo así.

¿Cuándo se convierte un tópico difícil (sexo, violencia, drogas, etc.)en una pura apología de este sin más consecuencias?