The Recognitions, William Gaddis - capítulo 1




Sobre el primer capítulo de The Recognitions, de William Gaddis. ¿Cómo se reseña un libro de 955 páginas? No sé. Este es el primer intento: por capítulos. Conociendo mis niveles de disciplina es probable que pase a formato a nota de contratapa pronto.

The Recognitions
William Gaddis
955 pp., Atlantic Books, 2003 (1955)

Capítulo 1

Cuando Jonathan Franzen abjuró la narrativa experimental —“difficult fiction” le dice él — usó como blanco del tipo de ficción difícil que le exige demasiado a sus lectores a The Recognitions de William Gaddis. A esta acusación, una de muchas que ha recibido la novela de Gaddis, respondió magistralmente Stephen Moore, especialista en Gaddis, en su prólogo a The Novel: An Alternative History (traducido por José Luis Amores), argumentando, entre otras cosas, que las novelas experimentales siempre han existido y que no son un prurito moderno o posmoderno como insisten en señalar los desinformados. Moore, además, dice que “el arte no es difícil porque quiera ser difícil, sino porque quiere ser arte” —esta cita viene del ensayo genial de Donald Barthelme, "Not-knowing", una respuesta avant la lettre a Franzen que todo mundo debería comprar y leer—. El ensayo de Franzen —"Mr. Difficult"— no pasa de ser una simple quema de brujas, una excusa demasiado elaborada que Franzen necesitaba para autorizarse a si mismo su cambio de bando hacia la literatura comercial, de entretenimiento y con “mass appeal”. Franzen es irrelevante en múltiples sentidos. Aquí lo traigo a colación porque al interés que ya me despertaba la obra de Gaddis se sumó la curiosidad de saber si era realmente tan difícil como decía un lloroso Franzen en su ensayo.

Concluido el primer capítulo hay que decir que no me parece que The Recognitions esté escrita de una manera particularmente compleja, o siquiera difícil. Está escrita, a diferencia de Finnegan´s Wake, por poner un ejemplo, en un inglés sintáctica, gramatical y semánticamente correcto. No tiene, como lo tiene Guerra y Paz, por ejemplo, largos pasaje en otros idiomas. Hay divertidas referencias a otras culturas, pero no en suficiente cantidad como para que pudiera complicarle la lectura a un lector que no sea un novato. Por ejemplo, el barco en el que viaja Gwyon con su recién fallecida esposa arriba a Cádiz, en España, para enfrentarse con el obstáculo burocrático de que no puede desembarcar a su esposa porque aduanas lo considera una “importación ilegal de carnes dañadas”. Esta frase está en español en el original en inglés, como también lo están el nombre del monasterio —“Real Monasterio de Nuestra Señora de la Otra Vez”— y el nombre de algunos personajes —el monge y organista “Padre Manomuerta” o el comerciante “Señor Hermoso Hermoso”—. Pero que el lector monolingüe no comprenda estas bromitas no le impide en modo alguno disfrutar de las muchas otras que sí están en inglés castizo.

Hay, siguiendo con la pormenorización de “cosas difíciles”, algunas referencias arcanas: De Contemptu Mundi, Pilosophumena, Pistis Sophia, Obras Completas de San Juan de la Cruz, Ossian, Teofrasto, De Praestigis Daemonis, Malleus Malleficarum, etc. Para alegría de cultos e incultos por igual, estas referencias aparecen sin elaboración, utilería que decora la transición secreta que está sufriendo el reverendo Gwyon del cristianismo hacia el mitraismo. En este capítulo esa conversión es atestiguada y reprobada con escándalo por la Tía May, la cuñada rígidamente protestante del reverendo Gwyon, quien acaloradamente se opone a que este pervierta la mente de su hijo, Wyatt, con toda esa basura “traída de España”. El catalizador de ese escándalo es la Breve Guida Della Bascilica Sotterranea Dedicata alla memoria di San Clemente Papa e Martire, que muestra una foto de Il Templo di Mitra, excavado bajo ella.

La comprensión paulatina de Gwyon de que el cristianismo está construido sobre las ruinas de religiones paganas anteriores es probablemente el primer “reconocimiento” de la novela y representa lo que solo puedo anticipar como el tema central de la novela: la búsqueda de una verdad más profunda detrás de las meras apariencias. Saber que debajo de la iglesia de San Clemente hay un templo mitraista es una revelación para Gwyon, porque demuestra que detrás de lo que sabemos hay verdades más profundas, verdades que desconocemos. Lo que Barthelme dice que es el corazón del arte, ese no-saber, la aceptación de una cadena incompleta de representaciones y el comienzo de la búsqueda que es el arte, en contraposición a la certeza que produce el aceptar lo conocido y aparente como la verdad. Esa certeza es el camino fácil, el camino que pregona Franzen, libros que no incomoden, y que en esta novela está representado por la Tía May, aferrada a sus principios protestantes y la seguridad que ellos le proveen.

Wyatt, ha vivido expuesto a las lecturas y conversaciones estrambóticas de su padre, y ha sido testigo toda su infancia de su búsqueda, de su intento por acercarse al misterio que subyace a la religión. Durante un periodo de intensa enfermedad que parece que terminará matando a Wyatt su padre logra curarlo con la aplicación de un rito pagano que a su vez confirma las sospechas de Gwyon sobre la verdad que habita el corazón del misterio religioso.

Para Wyatt “The fever passed: but for the rest of his life it never left his eyes.” Wyatt se dedicará a la pintura, una inclinación natural, pero siempre aprovechada para la ejecución de copias de otras obras que es lo único que logra completar. Las obras propias quedan siempre inconclusas y las copias “continued to perfection, that perfection which only counterfeit can attain, reproducing every aspect of inadequacy, every blemish on Pefection of the original […] unbroken by the blemish of originality.” Este es el trasunto de la ficción mimética que aspira a ser prefectamente comprensible, el proyecto por el que aboga Franzen.

Las copias de Wyatt, que son su trabajo más formalmente perfecto, no son importantes para él. Lo realmente importante es su trabajo original, pinturas que comienza pero que siempre quedan inconclusas: “There´s something about a… an unfinished piece of work, a… a thing like this where… do you see? Where perfection is still possible? Because it´s there, it´s there all the time, all the time you work trying to uncover it.” Wyatt sabe, aunque le cueste articularlo, lo que Barthelme expresaba de esta manera en “Not-knowing”:

“What is magical about the object is that it at once invites and resists interpretation. Its artistic worth is measurable by the degree to which it remains, after interpretation, vital—no interpretation or cardiopulmonary push-pull can exhaust or empty it”

“I suggest that art is always a meditation upon external reality rather than a presentation of external reality or a jackleg attempt to ‘be’ external reality.”

“Art is a true account of the activity of the mind.”

La idea de Barthelme del arte como un proceso mental, un proceso que no se agota a si mismo, es idéntico a la intuición de Wyatt en el primer capítulo de The Recognitions: es la búsqueda del artista, su intento de asir lo inasible, lo que produce el objeto de arte; una búsqueda que debe permanecer inevitablemente inconclusa.

Del reverso de este idea, que son las certezas de que las cosas son lo que parecen, Gwyon, siempre preocupado por la religión, dice: “That´s the trouble today. No mystery. Everything secularized. No mystery, no weight to anything at all…”

Habría que deliberadamente tratar de no entender a Gaddis para pasar por alto el paralelo que esta presentando en este capítulo entre arte y religión. A la religión, más allá de los mitos absurdos y los dogmas y las institución de la iglesia, la subyace un misterio que es el origen del sentimiento religioso. En el arte sucede lo mismo. Entonces, el artefacto artístico, el producto, sería una superestructura del sentimiento que lo subyace, del misterio, o un residuo producido por la mente en el proceso de aprehender el mundo. Sigue de este principio el corolario de que apreciar el arte es procurar comprender el proceso a través del objeto, entendido como un rastro de ese proceso.

Transcribo, para terminar, los últimos dos párrafos del capítulo. Si no hubiera en este libro nada más que esta prosa deslumbrante glosando la memoria de Gwyon, y ninguna idea, seguiría siendo una obra maestra:


“But the sudden cooling of the air, and this letter, had startled the old man into the present, from which he turned and trudged back in a lucidity of memory against which he was defenseless. The memories became facts, including him unsparingly in their traffic but shut him unmercifully out from intrusion, left him walking slowly and impotent among their hard trusts. The shrill cry of Heracles, echoed down from the house on two voices; and the dark-stained faces of the mirrors mounted in the cross. His discovery upon her corpse’s head that Aunt May had worn a transformation hidden from him those last years of her life with the care of Blessed Clara. That plain casket gone deep in the earth, while the other stood ready to shell in falling: Camilla, and her death of which he never spoke, the white carriage mounting the rock-studded road, its course marked by the stations of the Cross and droppings of animals still too fresh to be picked up for fuel, towards the cypress trees. That desolate Eucharist on Christmas Day at Nuestra Señora de la Otra Vez: the accidents of reality, Christ made of buffalo hide, or was it human skin? in the cathedral of Burgos. The bewilderment of the bulls, the port, and Columbus surronded by lions. Then the trees of Tuscany in spired erection, the apologetic decay of the Conte di Brescia, the marble porch at Lucca so beautiful that no one ever stopped to look at it; and the image: the words of William Rufus, to Bishop Gundulf of Rochester, --By the Holy Face of Lucca, God shall never have me good for all the evil that he hath wrought upon me!


Tearing his eyes from the empty place in the sky where the sun had set, he stopped stumbling back by years and ran, vaulted through centuries. The letter he had torn in pieces lay on the moving air for an instant, was caught, spread over the ground and blew away from him like a handful of white birds into the sky." p. 55, The Recognitions.