La Madriguera, Rodolfo Arias Formoso



Esta es la presentación que hicimos del nuevo libro de  Rodolfo Arias Formoso en el marco de la Feria Internacional del Libro en Costa Rica, 2010.




La Madriguera, Rodolfo Arias Formoso
por Juan Murillo



Los libros de Rodolfo son, de hace unos años para acá, parte fundamental del panorama literario costarricense contemporáneo.   Sin embargo, esto no fue siempre así.  Cuando se publicó por primera vez El Emperador Tertuliano y la Legión de los Superlimpios, su primera novela, el texto era decididamente un fenómeno subterráneo.  Parte de las razones para esto eran la libertad formal y el desafuero cómico que era parte esencial de esta obra, pero además, como toda primera novela de ruptura, el establishment literario no sabía bien como recibirla.  Los más jóvenes la encontrábamos fabulosa, pero en definitiva no había consenso en el gremio, -más que entre los lectores, a quienes siempre les gustó-, si la novela era un éxito o un fracaso.  La reedición de El Emperador este año por parte de la Editorial Costa Rica da ya el espaldarazo definitivo a esta novela como una de las más importantes e inolvidables rupturas con los cánones tradicionales de la literatura de nuestro país.  Un aporte que ha influido a autores posteriores, aunque ninguno con un valor y una capacidad transgresora parecida a la que demuestra Rodolfo en esta novela. 

            Después de la publicación de Tertuliano pasaron muchos años antes de que apareciera Vamos para Panamá, una novela de Rodolfo de corte más tradicional pero no por eso menos buena, que utilizaba los monólogos interiores de los personajes para contar la historia de una familia durante un viaje por carretera hacia Panamá.  La novela, que inicialmente aparenta ser simple, no lo es.  Es una novela engañosa que pareciera una detracción del anterior experimentalismo, pero que lo que es en realidad es un refinamiento de los recursos de la novela anterior, una inspección más detallada del interior de los personajes, una observación más justificada de sus pequeñas manías, motivaciones y los pequeños detalles que componen sus vidas y los hacen, a la vez, individuos y representaciones populares de todos nosotros.

            En el 2007, Rodolfo Arias publicó la novela en la que venía trabajando desde hacía muchos años, Te llevaré en mis ojos, que originalmente tenía el título de El alfiler y la mariposa, y que estaba modelada como una épica generacional, representada por un elenco de personajes más amplio que el de las anteriores novelas y que venía a ser un retrato de época y un examen de motivaciones y resultados de los ideales que informaban esa época, un poco como lo hiciera León Tolstoi con su Guerra y Paz en la Rusia zarista.  Esta aparente evolución de su narrativa, que es tan común en artistas con una trayectoria extendida en el tiempo, presentaba un problema ya conocido para los admiradores que ven la obra de un autor cambiar con cada libro que publica.  El fanático de una primera obra que se alimenta de el bravado y la inocencia de la juventud, se siente de pronto lejano de la obra de madurez que busca explorar en detalle ciertos temas nominalmente más serios.  A estos cambios se añadieron las circunstancias de que a la obra le fue otorgado en el 2007 el premio nacional de novela Aquileo Echeverría y que Rodolfo con posterioridad a esta publicación se le ofreció ser colaborador de una sección de la revista dominical del periódico La Nación, con la consecuencia inevitable de que se convirtió irrevocablemente en un autor reconocido e importante a los ojos de un público bastante amplio.

            Aparece ahora La Madriguera, que es la única colección de cuentos de Rodolfo Arias Formoso.  Esta colección es inusual porque los autores, en nuestro país, tienden a escribir cuentos que van publicando con el tiempo en colecciones organizadas con lo último escrito al tiempo que van publicando sus novelas.  La madriguera, en cambio, es la recopilación de toda la obra de narrativa corta escrita por Rodolfo Arias hasta ahora y que no había aún salido a la luz.   En La Madriguera hay cuentos contemporáneos o incluso quizá anteriores a Tertuliano, así como hay cuentos que se terminaron de escribir este año.  Entre esos dos extremos está un grupo de dieciocho cuentos de una variedad que confirma tanto la versatilidad como el amplio rango de capacidades e intereses de Rodolfo como autor.  En La Madriguera hay varios cuentos de una página de extensión, como lo son Horacio y Alfred Mouse, pequeños retratos de personajes inolvidables, así como también hay un cuento de casi cincuenta páginas, El sitio vacío, que es, a su vez, otro retrato, mucho más profundo y detallado de otro personaje que por insólito resulta totalmente real.  Además en este colección podemos ver el rango formal de Rodolfo con cuentos románticos de un corte más tradicional, como Buzón de bronce, que ha resultado ser uno de los cuentos con los que los lectores más se encariñan, pasando por el cuento siamés Carlos y Carlos, cuya estructura son dos historias deliberadamente yuxtapuestas pero totalmente discernibles, a experimentos literarios como el diminuto y lírico Dios prá o al juego de asociaciones numéricas e históricas que es Quinientos, ancianos.

            Es inevitable que haya juego y diversión en estos cuentos, porque ese es uno de los rasgos más notorios de la narrativa de Rodolfo Arias, pero no faltan tampoco los cuentos más sobrios o incluso terribles, cuentos sobre la demencia como Polvo que cae, o sobre la muerte como Yo ya estoy muerta.  Pero no son esos cuentos los que le dan cuerpo a la obra, son en realidad acentos de otra tónica que también es inmediatamente reconocible para cualquier lector de las obras de Rodolfo:  El amor.  El amor es quizá el tema más preponderante en su obra y aquí esta representado por pequeñas joyas como Taijitu en gris o Xinia, historias de amor frustradas, que son, como todas las buenas historias de amor, a la vez una delicia y un dolor.

            Aquí está, entonces, en un libro de ciento ochenta y tres páginas, un microcosmos del universo literario del autor.  El lector que aún no haya leído ningún libro de Rodolfo Arias, puede asomarse rápidamente a este mundo de juego verbal y retratos cálidos de personajes de todos los días, leyendo La Madriguera.


Y esto me trae de vuelta al periplo inicial que dábamos sobre lo que se ha venido a retratar como la evolución de la narrativa de Rodolfo Arias Formoso.  Mi tesis es que, al contrario del concepto de evolución, en el cual nunca hay una vuelta atrás, a los orígenes, lo que sucede en el arte es que hay un rango de sensibilidades que está disponible para cada autor en particular dependiendo de lo que quiera o necesite hacer.  No se pasa de ser un autor irreverente a uno serio con el tiempo.  Si se escriben obras irreverentes alguna vez, y luego obras serias, es porque el autor es capaz de ambos registros.   Los autores acumulan con el tiempo capacidades nuevas, destrezas aprendidas, resultados de experimentos literarios que a veces nunca ven la luz de las imprentas y todo ese aresenal está siempre disponible para ser usado cuando se necesite.  A mí me parece que este libro es un ejemplo, o una demostración, un muestreo digamos, de las amplias capacidades de Rodolfo en los géneros narrativos.  Me parece que La Madriguera complacerá tanto al fanático de experimentalismo divertidísimo del Tertuliano, como al amante de la pasión extensa que habita Te llevaré en mis ojos,  y en particular, creo, deleitará a aquel afortunado que no conozca la obra de Rodolfo, a quien el futuro le depara la maravillosa exploración que es visitar sus historias por primera vez.


3 Comments:

Gustavo Adolfo Chaves said...

En mi artículo sobre ajedrez y literatura para la revista Pezón, le reclamo a Arias Formoso no haber escrito aún ficciones sobre ajedrez. Me parece que me voy a quedar con ganas por un rato más. Pero igual quiero leer pronto estos cuentos. Esta variedad formal y tonal se lleva bien conmigo. Gracias por esta reseña y por publicar en Lanzallamas sólo cosas buenas.

Alexánder Obando said...

Estoy leyendo el libro. Ya voy por un poco más de la mitad. Lo que más me gusta de él (aparte de la calidad formal que es rúbrica personal de Arias) es su habilidad de hacer un juego narrativo múltiple en estilo y alcance. Xinia es un cuento experimental maravilloso, mientras Buzón de bronce resulta otro gran logro en una tónica mucho más tradicional.

Enhorabuena Lanzallamas ha recogido parte de la obra de Arias.

Germán Hernández said...

Coincido con Juan, Arias es un narrador de amplio registro y versatil, seguramente a unos y otros nos gustará más o menos unos tópicos y unas maneras sobre otras, y eso es bueno para un escritor que sabe ofrecer un menu tan variado.

Y que bueno es ahora topárselo en Cuento, y una gran alegría que sea en Ediciones Lanzallamas, proyecto que paso a paso se está robusteciendo con una muestra de escritores y obras representativas, sólidas y de gran calidad.

Saludos y con la tarea pendiente de leer muy pronto La Madriguera.