Entrevistas sobre La isla de los muertos y La costa luminosa




El suplemento Áncora de La Nación publicó esta entrevista que me hicieron sobre mi último libro publicado, La isla de los muertos y el proceso de escritura que lo produjo: Fantasmas

En Club de libros publicaron hoy esta otra entrevista relacionada con la novela que estoy escribiendo: La costa luminiosa.

Abajo las copio integras a modo de respaldo en caliente:



Fantasmas
Victor Hurtado para La Nación

Juan Murillo (1971) ha publicado tres libros de cuentos; uno de ellos es La isla de los muertos (Germinal, 2012), cuya elaboración revela él en esta página. Murillo es coeditor de la antología de cuentos Historias de nunca acabar (ECR, 2009), es uno de los animadores de la Editorial Lanzallamas y publica el blog 100 Palabras por Minuto, que contiene recensiones y artículos sobre literatura.

–¿Cómo surgieron el tema o los temas de su libro: de un modo súbito o premeditado?

–En la punta de la península de Nicoya hay una isla muy cerca de la costa que los habitantes del pueblo utilizan como cementerio. La llaman “isla Muertos”. Alrededor de esa imagen lentamente fueron aglutinándose otras, como mis viajes de juventud a Montezuma; el mito de Perséfone; el cuadro Die Toteninsel [La isla de los muertos], de Arnold Böcklin; el poema Stoned Immaculate, de Jim Morrison, y otras cosas que me parecían secretamente relacionadas entre sí y con grupos de personas atrapadas por la devoción por un misterio que las aleja de la realidad.

–¿Qué continuidad y qué diferencia aporta ‘La isla de los muertos’ a sus obras anteriores?

–Es diferente en que emplea algunos anacronismos deliberados: utiliza un historia-marco –es una historia dentro de otra, y así muchas veces– y un estilo moroso que eran usuales en el siglo XIX.

–¿En qué se diferenciaría ese libro de sus obras posteriores?

–La novela que estoy trabajando ahora tiene un estilo convulso muy distinto de la narración relativamente diáfana de este libro. Creo que la literatura debe ser una exploración y que los temas deben dictar su propio estilo.

–¿Hubo influencias de otros autores en la creación de ‘La isla de los muertos’?

–La hay en todos los libros, y en mi caso tiende a ser muy directa porque lo que escribo pretende siempre ser un diálogo con cierta tradición. Hubo influencia de Joseph Conrad y Henry James en la estructura y el estilo, y de Jim Morrison y los mitos órficos griegos en el aspecto simbólico, y de Donald Barthelme en cuanto a sus ideas sobre la creación artística.

–¿Cómo se distribuyó el tiempo de redacción: diaria, eventual, a qué horas...?

–No soy un escritor metódico. Escribí este libro en sesiones espasmódicas, sin ningún tipo de sistema.

–¿Cómo evitó la distracción?

–La distracción es necesaria porque permite que, mientras hacemos otras cosas, las ideas, los temas y los símbolos se busquen entre sí en una especie de zona de penumbra a la que atendemos apenas periféricamente y que es el lugar en donde ocurre el arte.

–¿Piensa en algún lector cuando escribe?

–Toda narración tiene un lector implícito. Me parece que no resultará extraño si digo que, en mi caso, ese lector sería alguien muy parecido a mí, que entendería de lo que le estoy hablando con las historias que le cuento.

–¿Presenta los originales a amigos o consulta sus problemas de redacción con otras personas?

–Siempre he buscado a otros escritores para que me ayuden a identificar pasajes confusos o flojos, o para que me señalen construcciones verbales infelices; en fin, para que hagan de editores. Para este libro recibí la valiosa ayuda de Gustavo Adolfo Chaves.

–¿Qué le cuesta más crear: ambientes, personajes, diálogos...?

–Los diálogos siempre son difíciles porque es muy fácil hacer diálogos inanes, diálogos realistas que no son más que reproducciones de manierismos, o diálogos simplemente informativos al servicio de lo narrado, sin mencionar los diálogos ya propiamente malos, acartonados o estúpidos. El diálogo debería ser como un iceberg, que deja ver solo la punta de algo inmenso que se mueve bajo la superficie, como un poema.

–¿Qué cambiaría en el libro si debiera escribirlo otra vez?

–Nada. Llega un momento en el proceso de escritura en el que cualquier cambio que el autor introduce solo desmejora al libro.

–¿Le interesan las críticas, favorables o desfavorables, que suscitan sus libros?, ¿lo afectan?

–Me interesan, claro está, pero es un interés puramente técnico. Las leo como si fueran críticas a la obra de alguien más, y por esto nunca me afectan emocionalmente. Preocuparse por la recepción de la obra propia es pactar con el diablo. Para el escritor, la literatura ocurre solo en el momento de la escritura; todo lo demás es externo a ella y, por lo tanto, debería ser irrelevante.

–¿En cuál libro trabaja ahora?

–En una novela en tres partes. El título es La costa luminosa. Es una especie de retrato generacional de fin de siglo.

–¿Cuáles libros ha publicado?

–Como autor, tres libros de cuentos: Algunos se hacían dioses, En contra de los aviones y La isla de los muertos.


Escritor Juan Murillo habla sobre su próximo libro
Jorge C. Zúñiga para Club de Libros

El escritor costarricense Juan Murillo habla un poco sobre la elaboración de lo que será su próximo libro el cual, es una novela en tres partes. El título es “La costa luminosa”. Una especie de retrato generacional de fin de siglo.

A continuación una entrevista realizada al escritor:

¿Cómo comienza a nacer este nuevo libro, de que trata y cuál es su género?

En el 2005 cumplió 10 años de muerto el poeta David Maradiaga, que además era activista ambiental. Lo recordaron sus compañeros en las luchas ecológicas y algún poeta perdido, pero en realidad lo que ha rodeado la muerte de Maradiaga ha sido el profundo silencio de la desmemoria típica de nuestro país.

Esa muerte pudo haber sido un asesinato político o pudo haber sido un suicidio accidental producto de una vida disoluta. La diferencia entre ambas es muy, muy importante para nuestro país, y la postura que tomemos ante la duda también lo es.

Me pareció que era indispensable una novela que investigara los motivos que tenemos como nación para optar consistentemente por cerrar los ojos y olvidar, por aceptar sin preguntas lo que nos dicen y rehusarnos a decidir qué es lo que debemos creer y qué no, y lo que eso dice de nosotros y de nuestra identidad. Mirar para otro lado ya es tomar partido, la gente no se puede desentender de lo que pasa alrededor suyo, porque eso ya es participar, en ausencia, de lo que sucede. Esa atmósfera de apatía y la preocupación excesiva con uno mismo, desconectado de los demás, parecen ser los rasgos definitorios de nuestros tiempos.

¿Qué experiencias tuvo con este nuevo libro?

Es mi primera novela (en realidad son tres novelas con un mismo tema) y descubrí que el trabajo que requieren las novelas en comparación con los cuentos -de referencialidad, alusión, entramado simbólico, conjunción temática, continuidad de personajes y trama y las técnicas narrativas especificas necesarias para cada sección- parece aumentar y complicarse exponencialmente conforme la novela va creciendo. Por otro lado, esta novela se propone mezclar minuciosamente ficción y registro histórico, en imitación de la información completamente mediada y manipulada que utilizamos para construir nuestra noción de verdad, y ese es un juego complicado y peligroso cuando se hace desde la "ficción". O sea, básicamente descubrí que es fácil morder más de lo que uno puede tragar.

¿Cuánto duró escribiendo su nuevo libro?

Empecé las tres al mismo tiempo, en el 2007. Hasta ahora solo he logrado terminar la primera parte, pero las dos restantes van por la mitad. Es posible que publique cada libro independientemente.

¿Cuánto tiene de escribir?

Escribo desde mi época de universitario, alrededor de 1993, cuando en vez de ir a clases de Derecho -que me parecían una mezcla increíble de tedio y cinismo maquiavélico- me escondía entre los estantes de la biblioteca Carlos Monge Alfaro, en la UCR, a leer libros al azar y escribir mis primeros cuentos. Todavía, de vez en cuando, por nostalgia, voy a esa biblioteca y me siento entre esos estantes a ojear y oler los libros. Por raro que parezca, tengo que decir que los pasillos silenciosos entre esos anaqueles abiertos son algunos de mis lugares preferidos en el mundo. Los que han estado ahí saben de lo que estoy hablando: en esa húmeda y silenciosa penumbra hay algo de templo, algo de gruta, de madriguera o de claustro, algo de cuarto acolchado para la mente.

¿Cómo divide su profesión de Abogado y Escritor?

En realidad no tengo de abogado más que el título; nunca he ejercido. Y, bueno, ser escritor no es una profesión, en realidad; tal vez ni siquiera sea un oficio; incluso el término "escritor" tiene escasos méritos porque la connotación del término "escritor" parece apuntar a un asunto de definición de identidad más que hacia la actividad literaria misma. Prueba de esto es que la gente no se refiere a los periodistas como escritores, cuando claramente lo son. Y viceversa: también hay gente que prácticamente no escribe o no sabe escribir, y a pesar de eso son "escritores". Deberíamos preocuparnos por las obras exclusivamente, más que por las personas que escriben y que finalmente tienen una vida útil, en cuanto a los libros, parecida a la placenta.

6 Comments:

Sergio Arroyo said...

Comparto tus impresiones sobre la Biblioteca Carlos Monge. Es una de las pocas bibliotecas del país donde uno puede meterse en los anaqueles a vagabundear. Desde diciembre del año pasado estoy haciendo una investigación allí y a veces voy las mañanas de los sábados. Sentado en uno de los taburetes con rodines de la Carlos Monge me leí un texto tuyo llamado "El laberinto". Un texto muy breve, por cierto. A la espera de esa novela.

depeupleur said...

Yo sabía que habían más como yo por ahí sueltos, lo que no imaginaba es que nos conocieramos. No me extrañaría que es cuentito lo hubiera escrito estando sentado en el mismo espacio dónde lo leiste. Luego la biblioteca terminó metida en una escena de mi nueva novela que espero algún día esté hospedada ahí. Es como un bucle de los que habla Hoffsadter en Godel, Escher, Bach. Luego, supongo, lo que procede es escribir un libro sobre alguien leyendo esa escena de esa novela entre esos anaqueles.

Sergio Arroyo said...

Allá por el 99 o el 2000 escribí un "cuento" sobre un personaje llamado el Ornitorrinco que se quedaba hasta tarde en esa biblioteca. A veces se quedaba dormido en las mesas de estudio y lo despertaban los guardas antes de cerrar, pero un día se quedó dormido entre los estantes de literatura asiática, por donde casi nadie se internaba. Y se quedó encerrado. Lo despertaron los gritos de alguien que pasó cantando borracho cerca de la biblioteca en la madrugada. Al verse a oscuras y prisionero, para no aburrirse, se dirigió adonde le pareció que estaban los estantes de poesía costarricense y empezó a lamer las páginas de los libros para clasificarlos de acuerdo con su sabor, desde los más amargos hasta los insípidos. En esa época yo mandaba mis cuentos por correo electrónico a mis amigos víctimas.

depeupleur said...

Mandámelo para leerlo, parece que estamos conectados en eso de la biblioteca :)

Sergio Arroyo said...

Esos cuentos del Ornitorrinco yo no los tengo. Solo los escribía y los mandaba por email. (Talvez los compas los tengan.) Y si lo tuviera, inventaría una excusa para no mandártelo. ;) Hablando de cosas serias: con qué editorial saldrá "La costa luminosa 1"; y te acordás de "Vida y Obra de Istvan Csejte" (publicado en el blog de Germán), ¿ese fragmento se quedó en la novela?

depeupleur said...

Una lástima, ya veo el por qué de las cenizas de Ornitorrinco.

Ya veremos quién se apunta a publicarla, todavía no he empezado ese proceso. Inicialmente iba incluida VyOdIC, pero de pronto me parece una digresión excesiva y de hecho en la última versión simplemente se cita pasajeramente un par de fragmentos. Quedará por fuera seguramente.